La sordidez de los relatos que componen Avísenle que sigo en Tenochtitlan, de Maurizio Guerrero, sin duda proviene de sus temas. Ambas elecciones, estilísticas y temáticas, exhiben la agudeza del periodista que elige qué debe decir y cómo. Cada detalle ha sido visto, tocado, olido por el autor. Y entreabre rendijas por donde atisbamos el lado siniestro de la identidad nacional. El machismo —la verdadera ideología del país—, el autoritarismo, el abuso de poder, que a gran escala, pero aun a ínfimos niveles, se permite las peores atrocidades gracias a su mejor aliada: la complicidad que lo hace impune.
La sordidez de los relatos que componen Avísenle que sigo en Tenochtitlan, de Maurizio Guerrero, sin duda proviene de sus temas. Ambas elecciones, estilísticas y temáticas, exhiben la agudeza del periodista que elige qué debe decir y cómo. Cada detalle ha sido visto, tocado, olido por el autor. Y entreabre rendijas por donde atisbamos el lado siniestro de la identidad nacional. El machismo —la verdadera ideología del país—, el autoritarismo, el abuso de poder, que a gran escala, pero aun a ínfimos niveles, se permite las peores atrocidades gracias a su mejor aliada: la complicidad que lo hace impune.