Pocas narrativas exploran tan profundamente el siglo XX mexicano como la crónica policiaca. Podríamos decir que la modernidad se insertó en la historia del país a la par de la desmesurada cantidad y variedad de sucesos violentos de impacto nacional y de psicópatas. La nuestra es la época de los asesinos, diría J. G. Ballard. Antes de que la cultura de masas generara el deslumbramiento de la publicidad y la cobertura mediática, en México ya existía una deificación de la prensa escrita hacia personajes desarraigados, casi siempre sin educación académica pero con una extraña habilidad para manipular no sólo a sus víctimas, sino a los mismos medios de comunicación. Desde hace ya...
Pocas narrativas exploran tan profundamente el siglo XX mexicano como la crónica policiaca. Podríamos decir que la modernidad se insertó en la historia del país a la par de la desmesurada cantidad y variedad de sucesos violentos de impacto nacional y de psicópatas. La nuestra es la época de los asesinos, diría J. G. Ballard. Antes de que la cultura de masas generara el deslumbramiento de la publicidad y la cobertura mediática, en México ya existía una deificación de la prensa escrita hacia personajes desarraigados, casi siempre sin educación académica pero con una extraña habilidad para manipular no sólo a sus víctimas, sino a los mismos medios de comunicación. Desde hace ya varias décadas en México la crónica policiaca ha tomado un lugar preponderante en el gusto popular con miles de lectores y numerosas publicaciones, muchas de ellas especializadas en el crimen, el sexo y el escándalo. Esto mismo ha propiciado la proliferación de periodismo chatarra, pero también de piezas narrativas de muy alto nivel escritas por espléndidos reporteros y escritores que ejercieron la crónica y el reportaje como géneros literarios. Como bien apunta Carlos Monsiváis: “en la nota roja se escribe, involuntaria y voluntariosamente, una de las grandes novelas mexicanas, de la cual cada quien guarda los recuerdos fragmentarios que esencializan su idea del crimen, la corrupción y la mala suerte.” No podríamos mirar al pasado sin antes sumergirnos en el abismo cotidiano de la barbarie, crueldad, impunidad, tragedias, encarcelamientos, motines en presidios y homicidios dolosos.