En estas historias, la vida se desgarra y deja un rastro de sangre con gotas de comedia negra en el pasillo. Los patriarcas van a la playa con sus hijos e ignoran el apocalipsis que se acerca en el horizonte. Los dioses han despertado, vienen con hambre de seres humanos. Las parejas miran cada día un agujero en la pared de su casa y se preguntan cuánto durará esa dicha que no parece agotarse nunca. Un joven muta en un enjambre de moscas cuando lo despiden y un matrimonio discute con su hijo mientras lo entierra en el jardín. La muerte acecha por todos lados: en forma de grieta, hueco, de fauce que se abre entre el mar y el cielo, encarnada en un sicario que espera, o subiendo a un autob...
En estas historias, la vida se desgarra y deja un rastro de sangre con gotas de comedia negra en el pasillo. Los patriarcas van a la playa con sus hijos e ignoran el apocalipsis que se acerca en el horizonte. Los dioses han despertado, vienen con hambre de seres humanos. Las parejas miran cada día un agujero en la pared de su casa y se preguntan cuánto durará esa dicha que no parece agotarse nunca. Un joven muta en un enjambre de moscas cuando lo despiden y un matrimonio discute con su hijo mientras lo entierra en el jardín. La muerte acecha por todos lados: en forma de grieta, hueco, de fauce que se abre entre el mar y el cielo, encarnada en un sicario que espera, o subiendo a un autobús después de un mal día cansada de lidiar con sus responsabilidades. En cualquier momento da un zarpazo. Los protagonistas de estos cuentos son conejos paralizados delante de los faros de un auto que ilumina lo absurdo. Conscientes de la densidad del tiempo y de lo corta que es la mecha, ven hacerse trizas todo lo que se les escapa de las manos: el amor, la felicidad, el hogar, la identidad, la trama.Matías Candeira hila muy fino la poesía y la tragedia para exhibir el humor ácido de la herida. Jugando con el lenguaje hasta que lo ridículo y lo sublime se dan la mano, vuelca la realidad en un quiebre; la impugna con una distorsión. Aquí ya no se puede confiar en nadie, mucho menos en las voces narrativas que bajo un microscopio observan a sus personajes ?y a nosotros junto a ellos? con la mirada más cruel y feroz mientras todo está a punto de volar por los aires.